La presencia del arte urbano en la ciudad (1950-2020)

La presencia del arte urbano en la ciudad (1950-2020)

Coordinado y producido por Raúl de Armas, Prisma, Venezuela desde sus jóvenes (Abediciones, UCAB, 2024) reúne 18 ensayos sobre un temario diverso, escritos por autores entre los veintitantos y los cuarenta y tantos años. Cruz Criollo (1987), el autor del ensayo aquí reproducido, es arquitecto, profesor e investigador egresado de la Universidad Simón Bolívar 

Por CRUZ CRIOLLO

El arte tuvo un papel relevante en la construcción de la forma urbana en muchas ciudades venezolanas. El arte público en los espacios colectivos jugó un papel clave como catalizador de las reformas urbanas y es un caso excepcional en el contexto latinoamericano, debido a la escala y número de las obras y al sentimiento de identidad que han logrado generar en la ciudadanía. 

En Caracas hay aproximadamente 400 obras catalogadas como arte de gran formato que se construyeron en su mayoría en los últimos setenta años. Las obras en diferentes formatos están en espacios públicos, en la infraestructura vial, en el Metro de Caracas, en los equipamientos públicos y en los espacios de antesala urbana de grandes edificios de oficinas. Aunque la omnipresencia del arte público en la calle se ha ido consolidando en el último siglo, surge con gran fuerza a mediados de los años cincuenta en muchas de las principales ciudades de Venezuela. 

El progreso económico asociado al crecimiento de la industria petrolera provocó un incremento importante de la población urbana de Venezuela. El país que hasta 1940 tenía a 75% de población habitando en las zonas rurales pasó a tener 65% de su población concentrada en las grandes ciudades (1). Este vertiginoso proceso de urbanización de las principales capitales de Venezuela trajo consigo la construcción de importantes infraestructuras públicas, muchas de ellas se convirtieron en el plano de soporte de piezas de arte con gran formato. 

Sin embargo, un hecho que cataliza la relación arte-arquitectura y ciudad en el caso venezolano fue la construcción del nuevo campus de la Universidad Central de Venezuela (UCV) hoy conocido como la Ciudad Universitaria. La escala, la magnitud de las obras de arte y su indiscutible calidad sirvieron de ejemplo sobre cómo el arte podía ser parte fundamental de la experiencia urbana (2). El proceso de diseño y planificación del campus comienza en 1942, con el decreto presidencial para la creación del Instituto autónomo. La Ciudad Universitaria de la UCV fue una obra de Carlos Raúl Villanueva inaugurada en 1954. La síntesis de las artes propuesta por Villanueva vino a representar un momento histórico en la relación artista-arquitecto en el contexto venezolano. 

La incorporación de piezas de distintos artistas en la universidad fue el detonante de una generalizada distribución de obras en las distintas áreas de nueva urbanización, así como el argumento para reurbanizar y transformar el tejido vial. Así, el arte contemporáneo se fue incorporando de forma paulatina a los espacios públicos de la ciudad de múltiples formas en diversos formatos y de manera estructural. Los nueve puntos sobre monumentalidad, presentados por Sert, Léger y Giedion (3) en un artículo de 1943, sirvieron de clara referencia para este impulso de otorgar significado a los lugares a partir del arte. 

La síntesis de las artes mayores fue una de las ideas clave de Villanueva en la configuración urbana y arquitectónica de los nuevos edificios universitarios. En este contexto, 107 obras de arte fueron integradas en diversos espacios y edificios de la universidad. Es así que Villanueva incorpora en una primera fase de la obra artistas tanto nacionales como internacionales: Alexander Calder, Fernand Léger, Víctor Vassarely, Antoni Pevsner, Jean Arp y Henry Laurens; y artistas locales como Mateo Manaure, Armando González Vigas, Francisco Narváez también contribuyeron a la iniciativa. 

Es así como en Venezuela el arte contemporáneo comenzó a percibirse como símbolo de modernidad y progreso, paralelamente a la difusión y multiplicación de edificios del estilo internacional. La presencia de artistas venezolanos en las corrientes artísticas de vanguardia mundial aumentaba en la misma medida en que grandes intervenciones plásticas tomaban espacios céntricos de las ciudades más relevantes del país. 

El cinetismo y el arte abstracto fueron las corrientes artísticas que tomaron con más fuerza el espacio colectivo en los entornos metropolitanos de Venezuela. Es así como a mediados del siglo pasado un grupo de jóvenes artistas lideraron no solo dentro del país, sino en la esfera internacional, la corriente plástica asociada a este movimiento. Carlos Cruz-Diez, Jesús Soto y Alejandro Otero se convirtieron en nombres de conocimiento general más allá de la esfera artística y plástica donde desempeñaban su principal labor. El arte cinético en sus múltiples formatos consiguió representar el constante y vertiginoso movimiento de la sociedad venezolana hacia la modernidad y el desarrollo.

Así pues, puentes, centrales eléctricas, fachadas de edificios públicos, autopistas, avenidas, plazas, parques e infraestructura pública se convierten el lienzo donde se manifiesta el nuevo arte urbano venezolano. Aunque esta explosión de arte se hace extensivo a todas las grandes ciudades venezolanas que estaban transformando su estructura, fue en la capital del país donde se experimentó con mayor intensidad. 

En un primer momento la monumentalización del espacio urbano se concreta en piezas que ilustran el pasado las referencias históricas y en concreto a las luchas del proceso independentista de la colonia española, una situación común en otras ciudades latinoamericanas. Sin embargo, a partir de la década del cincuenta se produce un cambio radical y se incorporan numerosas obras de arte abstracto y del movimiento cinético en particular. 

Se utilizó el arte urbano para otorgarle significado a los espacios colectivos recién construidos. Los artistas que colaboraron en esta labor entendieron la responsabilidad del arte en la promoción de la cultura y en el proceso de reforzamiento de la identidad. Así es como el arte público establece el vínculo entre la moderna arquitectura pública y privada que se construía con los nuevos espacios públicos que configuraban los sectores emergentes de la ciudad. Como parte de este proceso de desarrollo, se promovió la creación de monumentos en lugares significativos de la ciudad en infraestructura vial o en el Metro. 

Los espacios abiertos de Caracas se convirtieron en el soporte de múltiples intervenciones artísticas. Murales, esculturas, pinturas, e intervenciones en el pavimento, están presentes en las principales avenidas y autopistas de la ciudad. Paralelamente existen muchos casos de edificios privados de uso comercial o de oficinas que hicieron de sus lobbies y del espacio intermedio entre la calle y lo edificado un lugar de concentración de arte. 

La experiencia urbana del arte en los espacios públicos caraqueños se puede caracterizar a través de cuatro condiciones urbanas de su emplazamiento en la ciudad. Estas categorías no son excluyentes, pero permiten contextualizar el desarrollo del arte público y su labor en la urbanización de los espacios colectivos. 

1 Edificios privados: de la antesala privada al arte público

El fuerte crecimiento económico que experimentó Venezuela a partir de finales de los años cuarenta modificó de forma permanente su estructura industrial y social. En tan solo la década del cuarenta el país duplicó su producto interno bruto (4), el cual era cuatro veces mayor a países cercanos como Colombia o Ecuador. La bonanza económica se tradujo en un crecimiento y modificación del tejido urbano de forma relevante. Durante la década del cincuenta, la nueva economía impulsó la construcción de nuevos edificios corporativos no solamente asociados a la naciente industria petrolera. 

La construcción de grandes edificios de oficinas estaba vinculada a la transformación económica del país y al paso de una economía agrícola a una petrolera y de servicios. Se construyeron nuevas torres de oficinas en el centro de la ciudad y en sus cercanías, lo que modificó el paisaje de la que por muchas décadas fue conocida como La ciudad de los techos rojos, en relación con las edificaciones neocoloniales que eran mayoritarias en su tejido. Los nuevos edificios modernos estaban destinados a ser las sedes de los principales bancos del país, de las empresas de la industria alimenticia o los nuevos centros de operación de los medios de comunicación. 

Algunos de los nuevos edificios privados utilizaron escultura, mural o pintura como recursos para relacionarse con su entorno próximo. Un grupo importante de los primeros arquitectos que se encargaron de construir la ciudad moderna venezolana tenían formación en Europa o Estados Unidos. De allí que mucha de la nueva arquitectura tenía vínculos con el acontecer cultural internacional. La simbiosis entre arte y arquitectura generó una experiencia cultural urbana en los lobbies de acceso, las fachadas y los espacios exteriores de muchos edificios privados. 

En Caracas existen catalogados como patrimonio de la ciudad una veintena de edificios privados que tienen intervenciones plásticas de gran formato. Los espacios de relación entre la nueva arquitectura comercial y el arte urbano estuvieron muy influenciados por la experiencia de los artistas venezolanos. La incorporación de obras de arte como parte de la arquitectura y en los espacios públicos no solo se quedó en los equipamientos públicos o culturales. La creciente influencia de la arquitectura norteamericana y del movimiento moderno hicieron que los primeros edificios comerciales tuvieran una referencia a los nuevos desarrollos modernos que, desde ciudades como Nueva York, ya hacían del arte un recurso de intervención urbana. 

En Caracas existen casos singulares de intervenciones plásticas integradas en la arquitectura privada tales como la escultura sobre la fachada de la antigua sede de la embajada americana, realizada por el artista Harry Bertoia; las esculturas de gran formato de Jesús Soto, que ocupan la fachada y parte del espacio de transición de la Torre Capriles en Plaza Venezuela; la plaza cubierta de acceso a la Torre Aba, cuyo suelo y cubierta fueron intervenidos por Carlos Cruz-Diez; el penetrable de Jesús Soto que cuelga en el lobby del Centro Banaven, conocido popularmente como el Cubo Negro; o la intervención en Parque Cristal, un importante edificio de oficinas cuyo suelo público fue diseñado por Nedo Mion Ferrario. Estos son tan solo cinco casos de la veintena de edificios de uso privado que incorporaron arte como parte fundamental de su propuesta urbana. 

2 Los equipamientos públicos: promotores del cinetismo

Aunque la construcción de la Ciudad Universitaria representó un momento particular en la incorporación de arte en la ciudad, los proyectos de grandes equipamientos culturales construidos luego de la década de los setenta sirvieron como nuevos retos en la integración de las artes en la arquitectura y generaron nuevas dinámicas en la ciudad. Dos proyectos pueden ser representativos de lo que se llamó la nueva síntesis de las artes en clara referencia a lo ocurrido en la UCV: el Complejo Urbanístico Parque Central y el Teatro Teresa Carreño. 

El primero se inició en 1970. Los arquitectos Enrique Siso y Daniel Fernández Shaw organizaron el complejo como un conjunto multiusos que contenía viviendas, oficinas, comercios, un museo y espacios destinados a convenciones y eventos. El conjunto tiene cinco grandes edificios de 40 niveles de altura destinados a vivienda con planta baja comercial y de servicios acompañadas por dos torres gemelas de 255 metros de altura con 60 pisos. Las torres fueron las estructuras de hormigón más altas en América Latina durante la década de los setenta. En 1972 fueron concluidos los edificios residenciales del conjunto cada uno con 317 viviendas distribuidas en los 44 niveles, mientras que la Torre Oeste fue concluida en 1979; la Torre Este, por su parte, se inauguró en 1983. El Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Ímber (MACCSI), que forma parte del conjunto, promovió la integración del arte no solo dentro del museo, sino que las terrazas y espacios públicos del propio complejo se convirtieron en lugares de explosión del arte venezolano, incluyendo obras de Gran formato de Gertrud Goldschmidt (Gego). 

El Teatro Teresa Carreño completó el eje cultural del Parque Los Caobos y se ubicó próximo a los museos de Ciencia, el Museo de Bellas Artes y al MACCSI. Los arquitectos Tomás Lugo, Dietrich Kunckel y Jesús Sandoval ganaron el concurso para el nuevo teatro que formalmente comenzó a construirse en 1972 y contó con la participación de varios artistas. En la Sala José Félix Rivas, el ya consagrado artista cinético Jesús Soto realizó una intervención: los triángulos de concreto del techo de la sala. Esta obra, titulada Pirámides vibrantes sobre progresión blanca y negra, cumplía también una función acústica, análoga a las Nubes propuestas por Calder para el Aula Magna de la UCV. En la sala Ríos Reyna, la intervención se concreta en el telón de fondo (5). 

La obra de mayor impacto se ubica en el foyer del teatro. Jesús Soto intervino el techo del espacio con una obra llamada Cubos vibrantes blancos sobre proyección amarilla, una escultura colgante que modifica la percepción del espacio de acceso y otorga monumentalidad a la experiencia urbana. La relación urbana de la fachada inclinada del teatro fue intervenida por el escultor y arquitecto Harry Abend con un relieve mural. Además, en el teatro se encuentran obras de Erling Oloe, Colette Delozanne, Basalo, Jorge Pizzani y Vincenzo Gemito. El teatro representó una nueva experiencia de la integración activa del arte no solo en la arquitectura sino en la experiencia urbana. 

3 El Metro: nuevos espacios para el arte

En enero de 1983, se inauguró el primer tramo de la línea uno con una extensión de 11,3 km. El recorrido partía desde la estación Propatria, en el extremo oeste del valle caraqueño, hasta la estación de La Hoyada, en el centro histórico. Dos meses después de la primera apertura del Metro se inauguraron seis estaciones más. Este nuevo tramo continuó el recorrido lineal del valle y conectó a la estación de la Hoyada con Chacaíto, el centro geográfico de la ciudad y un importante nodo de conexión de transporte público. La tercera fase de construcción de la línea uno entró en servicio a comienzos de 1988. Sumaron cuatro nuevas estaciones: Chacao, Altamira, Parque del Este (hoy Miranda) y Los Dos Caminos, lo cual extendió el radio de cobertura del sistema de transporte más allá del centro geográfico de Caracas. La línea uno se terminó en 1989 con la llegada sistema masivo de transporte al extremo este del valle con la estación Palo Verde. 

Nuevas plazas, bulevares, paseos y parques fueron los aportes de espacio público del Metro a Caracas. Estos espacios permitieron articular parte del tejido de la ciudad que se había desarrollado de forma inconexa, además de promover la identidad metropolitana. La construcción de la red de Metro fue la obra pública de mayor presupuesto y alcance ejecutada en Caracas en la segunda mitad del siglo pasado. El alcance de la red en su fase inicial representó una efectiva solución de transporte masivo. Las obras de construcción del Metro comenzaron tres años después del Decreto Ley de 1973, el cual obligaba a la obra pública incorporar en el presupuesto un porcentaje destinado al arte en los edificios o infraestructuras que se construyeran con fondos públicos. De forma que las obras de arte fueron parte de la propia concepción de las estaciones del Metro y permitió que las intervenciones artísticas fueran parte estructural de la arquitectura del metro caraqueño. 

La gestión de la Cultura Metro contó con múltiples medios de promoción: desde campañas de publicidad en prensa, radio y televisión, hasta la política de integración de arte en las estaciones y los espacios públicos de sus entornos. Murales, esculturas, vitrales y pinturas fueron parte de la propuesta artística incorporada en el sistema de transporte masivo. 

La política de incorporación de obras de arte en los espacios del sistema masivo de transporte se le conoció como Ambientación Cultural y artística del Metro y suponía la intervención artística de las áreas de influencia del Metro, especialmente en las cercanías de los accesos de las estaciones y en el interior de los andenes. En tan solo la primera década del Metro, 27 esculturas de gran formato se incorporaron en las estaciones y en sus entornos próximos. La División de Arquitectura del Metro se encargó de gestionar la presencia de las obras de arte en el proceso de diseño y construcción de las estaciones. 

Esta división trabajó en conjunto con la Comisión de Arte del Metro. Se realizaron distintos formatos para promover la participación de los artistas: concursos públicos o invitación directa a profesionales consagrados. El trabajo en conjunto entre el artista y el Departamento de Arquitectura del Metro garantizaba que las intervenciones de arte no perjudicarán el funcionamiento de las estaciones y que el espacio resultante tuviese impacto urbano y estético. Esta política le permitió al sistema de transporte masivo ser un promotor cultural importante en la ciudad. Además, se utilizó el arte como instrumento de integración y consolidación de las comunidades donde el Metro tenía presencia física. 

Los artistas venezolanos tuvieron en esta política una plataforma para acceder a encargos de gran envergadura, tanto en escala como en implicación en la arquitectura y el urbanismo. En total 35 artistas venezolanos tienen obras en las distintas instalaciones del Metro. Obras de la corriente artística cinética y abstracta representan en su gran mayoría el patrimonio edificado del sistema de transporte. De las 22 estaciones de Metro que componen la línea uno, 70% de ellas tienen obras de arte de gran formato, mientras que en la línea dos un 60% de las estaciones cuentan con esculturas, murales o pinturas. 

4 La infraestructura vial como soporte del arte urbano

El uso de autopistas como plano de soporte para el arte urbano caraqueño alcanza un momento catalizador en 1975 con una obra de Carlos Cruz-Diez, en el margen del río Guaire. Este mural, de 1.300 metros de longitud, solo lo podían apreciar quienes circulaban por la autopista Francisco Fajardo, una de las arterias viales más importantes de la ciudad. 

La presencia de obras de gran formato de maestros venezolanos del cinetismo de calle se consolidó en 1982, año en que se inauguró Plaza Venezuela. Ahí se incorporaron obras como Abra Solar, de Alejando Otero, o la Fisicromía, de Cruz Diez. Ambas esculturas promovían la presencia de arte en autopistas que bordean el espacio público. En la década de los noventa, un programa de mejora del espacio público generó nuevas dinámicas en la integración de obras de arte en espacios abiertos de la ciudad, especialmente vinculados a la infraestructura vial. 

Un cariño para mi ciudad fue un programa de intervenciones urbanas coordinado por la oficina de la primera dama de Venezuela, Alicia Pietri de Caldera. Desarrollado a mediados de los noventa, este programa fue novedoso en el contexto caraqueño, ya que involucraba a empresarios, organismos públicos y los propios habitantes de la ciudad en la recuperación de espacio público. Las intervenciones se emplazaron en su mayoría relacionadas y próximas a las autopistas y avenidas. De alguna forma, se reconocía la importancia de esta infraestructura en el paisaje de la ciudad. Además, se entendía que la autopista podía ser un elemento de ordenación de territorio. 

Como parte del programa se realizó una de las intervenciones artísticas más exitosas de las últimas décadas. El 8 de diciembre de 1996 se inaugura la Esfera Caracas, una escultura cinética en forma de esfera de 13 metros de diámetro, ubicada en la cercanía del antiguo aeropuerto de la Carlota, en la autopista Francisco Fajardo. La escultura de Jesús Soto es hoy un símbolo de la ciudad y una referencia de la identidad caraqueña. En 1999, Pedro León Zapata, un artista muy reconocido por sus caricaturas, inauguró el mural Conductores de Venezuela, ubicado en un muro de contención de la UCV que todavía se puede ver desde la autopista Francisco Fajardo y Plaza Venezuela. El mural de 165 metros de largo por 11 metros de alto representaba a próceres venezolanos conduciendo. La obra se convirtió en una paradoja en donde el mural y los conductores que los podían ver se hacían parte de la propuesta plástica. 

En la década del 2000, las vías rápidas caraqueñas experimentaron otro impulso en su configuración como plano de soporte del arte urbano. En 2001 se inauguró en los muros norte y sur que bordean la Avenida Libertador un mural de 2.500 metros de longitud, una obra cinética del artista Juvenal Ravelo. En 2005 la autopista Prados del Este también se convirtió en plano de soporte de un mural de gran escala aproximadamente 1.200 metros cuadrados. El concurso, convocado por la Alcaldía de Baruta para elegir el artista que intervendría los bordes de la autopista, lo ganó Patricia Van Dalen. Para finales del año 2012 se inauguró el Mural Uracoa de 12.000 metros cuadrados, del maestro Mateo Manaure. Con esta obra se completa la intervención de los muros norte y sur de la sección de la avenida Libertador que se encuentra bajo el nivel de suelo. La experiencia caraqueña en el muralismo de gran formato visible desde las arterias viales representó un momento singular de la incorporación de arte en espacios urbanos. 

5 El arte público como nuevo catalizador

El arte urbano venezolano cuenta con el reconocimiento internacional y un alto grado de aceptación en la ciudadanía local. La identidad de muchas ciudades está asociada al arte que se expone en sus lugares públicos. Desde mediados del siglo pasado, el arte público se ha utilizado como herramienta de composición y regeneración urbana. Para el ciudadano promedio es común apreciar una obra de Jesús Soto, Cruz-Diez, Alejandro Otero, Gego, entre muchos otros, en la calle, en una estación del Metro, en el lobby de una torre de oficinas o en la fachada de un edificio público. La presencia constante de arte en espacios colectivos ha hecho que sea un elemento fundamental en la experiencia urbana venezolana. 

Las obras de arte se han incorporado para mediar entre una importante infraestructura y el paisaje. Las esculturas, murales, pinturas e intervenciones integradas a la arquitectura constituyen un patrimonio cultural y económico de importancia, en gran medida debido al éxito en la carrera plástica de sus autores, pero también por decisiones urbanas que hicieron del espacio abierto su lugar de soporte. 

El arte público ha sido el protagonista en los espacios de las estaciones y antesalas construidos con el Metro de Caracas. De esta manera es el mediador entre algunas autopistas y el tejido de la ciudad. Además, es el recurso elegido por muchas instituciones privadas para establecer vínculos con su entorno próximo. Estas situaciones han hecho del arte urbano una petición regular en las listas de necesidades básicas arquitectónicas para la reforma y la regeneración de algunos lugares colectivos. 

La democratizada exposición pública de esculturas, pinturas, murales e intervenciones temporales ha producido que sean un producto de consumo general y que se reconozca como parte fundamental de los elementos que otorgan identidad a un lugar. La reconversión espontánea del entorno de la escultura Esfera de Caracas es un ejemplo del potencial aglutinador del arte urbano. En el entorno próximo de la esfera de Soto se ha convertido en un espacio de confluencia metropolitana que se vincula a la identidad caraqueña. 

El patrimonio artístico que hoy tienen muchas ciudades venezolanas es una ventaja comparativa para hacer de sus espacios públicos lugares con mayor dinamismo. Reconocer que este recurso es parte fundamental de nuestra forma de hacer ciudad permite planificar acciones de integración entre la forma clásica de apreciar el arte y las actividades propias de los entornos exteriores. Así como a comienzos de siglo se percibió el arte urbano como símbolo de modernidad, ahora puede representar el futuro de las acciones urbanas que mejoren la calidad de vida. 

En la actualidad el arte en los entornos públicos es un recurso que congrega, sintoniza y empatiza con el ciudadano común. De manera que se puede utilizar para mejorar la percepción de nuevos espacios urbanos, además de ser una herramienta relevante para generar identidad en aquellos espacios que lo requieran dentro del tejido ya construido de la ciudad. El ideario de integración de las artes está arraigado en la arquitectura y en nuestra forma de hacer y concebir la ciudad. Entender el arte que se emplaza en los lugares públicos es conocer la historia venezolana, sus vaivenes y sus aciertos.

Notas:

1  Páez Celis J. (1974). Ensayos sobre demografía económica venezolana. Dirección General de Estadística y Censos Nacionales.  

2 La UCV tiene un patrimonio artístico que consta de obras de arte entre murales, vitrales, esculturas y pinturas. Un total de 30 artistas nacionales e internacionales son los autores de las obras que se diseñaron para los espacios donde fueron emplazadas.

3 Sert, Josep Lluís; Léger, Fernand, y Giedion, Sigfried (2015). Nueve puntos sobre monumentalidad. (Traducción de José María Coco Ferraris y comentario de Emilio Cachorro Fernández). URBS. Revista de Estudios Urbanos y Ciencias Sociales, 5(2), 197-206. http://www2.ual.es/urbs/index.php/urbs/ article/view/cachorro. El artículo luego se convertiría en el sumario del octavo CIAM, finalmente dedicado a The heart of the city, que se celebraría en 1951 en la ciudad de Hoddesdon.

4 De Corso Sicilia, G.B. (2018). PIB y población de Venezuela desde el período tardo colonial hasta 2014. 

5 El teatro cuenta con dos salas: la Ríos Reyna y la José Félix Ribas. La Sala José Félix Ribas, inaugurada en febrero de 1976, es una sala de conciertos semicircular con capacidad para 440 personas; la sala Ríos Reyna, por su parte, tiene capacidad de 2400 espectadores distribuidos en dos niveles.

Bibliografía:

-Almandoz Marte, Arturo. Urbanismo europeo en Caracas, 1870-1940. Caracas; Fundación para la Cultura Urbana, 1997. 

-Corbacho Moreno, Roger. «La plaza cubierta de la ciudad universitaria de Caracas (1953)». Tesis doctoral. Universitat Politècnica de Catalunya, 2002. 

-García Alcaraz, Teresa. «Intertwining the city: the in-between spaces of Caracas as scenarios to achieve urban togetherness». Tesis doctoral. Universitat Politècnica de Catalunya, 2022. 

-Gasparini, Marina. Obras de arte de la Ciudad Universitaria de Caracas. Caracas; Universidad Central de Venezuela, 1991. 

-Pedemonte, Max. Rutas paralelas: el metro de Caracas y su impacto urbano. Caracas; Tino Gráfico S.R.L. Editores, 1984. 

-Heidegger, Martin. El Arte y El Espacio. Traducido por Jesús Adrián Escudero. Barcelona; Herder, 2009. 

-Parcerisa, Josep y Rubert de Ventós, María. La Ciudad no es una hoja en blanco (Segunda edición). Santiago de Chile; Ediciones ARQ, 2014.

-Rivero Urdaneta, Blanca. «Caracas: un museo de arte urbano». Cuadernos de Vivienda y Urbanismo, vol. 5, n° 9 (2012). 88-103. 

-Villanueva, Carlos Raúl. Caracas en tres tiempos: iconografía: retrospectiva de la ciudad / con tres ensayos de Mariano Picón Salas, Carlos Manuel Möller, Maurice E.H. Rotival. Caracas; Ediciones Comisión de Asuntos Culturales del Cuatricentenario de Caracas, 2000.


*Prisma. Venezuela desde sus jóvenes. Productor-coordinador: Raúl de Armas. Textos de Ernesto Borges, Jesús Piñero, Alejandro Armas, Luisa Salomón, Gerardo Guarache, Carlos Egaña, Ricardo Rodríguez Ledezma, Alejandra Bemporand, Yanuva León, Edwin Corona, Ricardo Barbar, Helena Carpio, Jesús Palacios Chacín, Juan Miralles, Daniel Monagas, Cruz Criollo, Cindy Di Felice, Tony Frangie Mawad. Prólogo: Rafael Arráiz Lucca. Abediciones, UCAB, Caracas, 2024.









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