Virginia Betancourt: “Volveremos a tener democracia, espero que esta vez la defendamos”

Virginia Betancourt: “Volveremos a tener democracia, espero que esta vez la defendamos”

En su escritorio Virginia Betancourt Valverde tiene de manera ordenada diferentes libros. Por un lado está El pacificador, la reciente novela de Francisco Suniaga, que la tiene trasnochada, y por otro, en un pequeño bloque, algunas ediciones de su libro —esencial para comprender la historia del libro en el país— El Sistema Nacional de Bibliotecas e Información de Venezuela (Sinasbi): 1974-1998. Una experiencia latinoamericana exitosa en la formación de ciudadanía, así como su crónica Vida en familia, en la que ofreció una visión íntima de su infancia y de su familia.

Detrás, en un pequeño estante, tiene varios libros entre los que destacan ocho tomos de Rómulo Betancourt. Antología política, publicados por la Fundación Rómulo Betancourt. La figura de su padre es protagonista en su casa entre cuadros, libros, fotos, una biblioteca de 5.000 títulos, su oficina y un archivo valiosísimo. Ella advierte que prefiere no hablar del expresidente, considerado por algunos historiadores como el padre de la democracia venezolana, pero no es el líder político lo que concierne a esta entrevista sino los aportes de Betancourt Valverde a la promoción de la lectura y la educación en el país, reconocidos en noviembre por la Universidad Católica Andrés Bello con la Orden Andrés Bello, en una ceremonia en la que también fueron distinguidos el cardenal Baltazar Porras y el artista plástico Jacobo Borges.

Difícil resumir las contribuciones culturales y sociales de la escritora y promotora. Quizás para comenzar hay que mencionar la fundación hace más de 60 años del Banco del Libro, institución fundamental para la promoción de la literatura juvenil e infantil en Venezuela, pero además fue directora del Instituto Autónomo Biblioteca Nacional, promovió la Ley de Biblioteca Nacional, fundó el Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas, dirigió la Fundación para el Rescate del Acervo Documental Venezolano y fue presidenta de la Comisión Nacional de Lectura y de la Fundación para el Fomento de la Lectura, entre otros.

Si hay algo que enorgullece a Betancourt es su trabajo como difusora de la lectura para formar ciudadanos | Yako

Reconocimientos, varios. Uno de los más importantes la Medalla de Oro de la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA). Recibido, subraya, en nombre del país, está colgado justo frente a su escritorio con una inscripción que resalta su servicio a la comunidad internacional de bibliotecas. El año pasado la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL) le confirió el Doctorado Honoris Causa, el cual se suma al que recibió en 2008 por parte de la Universidad del Zulia.

De voz bajita y aguda, Betancourt Valverde es una mujer de lenguaje minucioso que expresa sus ideas de manera asertiva. Tiene una sonrisa grande que aparece cuando le llega un recuerdo divertido y una mirada que se pierde en pensamientos a medida que escudriña su memoria. Si hay algo que la enorgullece es su trabajo como difusora de la lectura para formar ciudadanos, lo cual ejemplifica al mostrar series de textos divulgativos que coordinó para distintos ministerios en tiempos de democracia. Tales publicaciones, que resguarda con celo, varían temáticas como el cultivo de la yuca, el cultivo del ñame, la alimentación, la diabetes, el alcoholismo, las asociaciones de vecinos, la formación de los hijos, entre muchas más. De ellas destaca los diseños didácticos y modernos que logró con mucho empeño porque no eran muy aceptados a nivel institucional. “¿Tú crees que esto es una publicación del Estado? ¡Nunca!”, expresa.

A los 89 años de edad, Betancourt Valverde se siente escindida, pues por un lado está feliz con su esposo, el filósofo Iván Castro, viendo El Ávila, leyendo, escuchando jazz y disfrutando el jardín que ambos hicieron, pero como ciudadana está preocupada por el riesgo en que se encuentra la democracia luego de tantos años, siglos, subraya, de esfuerzo para consolidarla.

“Hay gente sufriendo de necesidades básicas, no solo de carencias políticas. Es difícil aislarse y no me quiero aislar. Pero, en general, como pasé 10 años de mi vida en el exilio, hasta que me casé en primeras nupcias, acostumbraba a no estar rodeada de amistades. Tengo una vida muy íntima”.

—¿No ha sido un tránsito fácil?

—Diría que ha sido fascinante. Le he sacado el lado bueno a las experiencias. Gané un idioma, lo cual es importante para mí. Realmente me siento, por razones de formación, más cercana a la literatura inglesa y americana. Viví en Chicago, descubrí el jazz. Creo que tal como está la situación actual es agridulce. No me siento una víctima, pero sí una sobreviviente.

—¿Pero ha tenido una vida plena?

—Creo que sí.

La Orden Andrés Bello que le concedió la UCAB la ha tocado, a pesar de que, explica, no ha sido una persona apegada a las formas y las apariencias. Además proviene de una institución muy seria, dice, que “no está halagando a la gente”. Para ella, es un reconocimiento a todas las personas que trabajaron para convertir la lectura en una cultura diaria para formar ciudadanos, por eso menciona como ejemplos aquellos lancheros en el Amazonas que hicieron traslados de libros, algún bibliotecario en el estado Lara o la Biblioteca Pública Mario Briceño Iragorry, en Trujillo, un edificio “que fue recuperado y es orgullo de la ciudad”.

“Así que ha sido una vida llena de oportunidades. Una vida para reconocer la capacidad de ilusionarse, participar y perseverar del venezolano, por intermedio del placer de leer o de la responsabilidad por leer o de la curiosidad por leer”, dice la escritora.

Uno de los reconocimientos de Betancourt es la prestigiosa Medalla de Oro de la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas | Yako

En el país, sin embargo, independientemente de las circunstancias individuales, ha faltado un ingrediente clave de las naciones desarrolladas que comenzaron muy pronto su cultura bibliotecaria: “Era el apego a la Biblia. Eran pueblos evangélicos y entonces el primer libro que leía un niño en su casa era la Biblia. Nos falta esa tradición. Hay que luchar contra eso de forma positiva presentando opciones de lectura placentera. Que puedas llevarte el libro a tu casa o que puedas leerlo bajo una mata de mamón, que puedas compartirlo con la novia”.

“Eso es lo que hacemos con las bibliotecas: tratar de vender un producto, en términos de la sociedad actual. Y no siempre los que están vendiendo son buenos vendedores, así que confiamos mucho en la estantería abierta: que la gente se sienta atraída por conocerse mejor y conocer más de nosotros”, añade.

—¿Qué la movió intelectual y emocionalmente a ser la promotora de lectura que es hoy?

—Soy hija de un lector fanático. Mi papá no solo era lector, sino que producía lecturas. En la prensa diaria, durante el período de Eleazar López Contreras, vivíamos de una columna que producía para un periodiquito. De tal manera que no tengo mucho de qué jactarme. A una persona que está al lado de un río no le queda más remedio que nadar. Por supuesto, después vinieron los ingredientes: la justificación ética, pero inicialmente fue un deseo de compartir una vivencia que me hizo persona.

Betancourt es una mujer de lenguaje minucioso que expresa sus ideas de manera asertiva | Yako

Betancourt recuerda, como lo hizo en sus palabras cuando recibió la Orden UCAB, que los pioneros del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas de Venezuela, el más sofisticado de América Latina —subraya—, fue la gente de a pie que se volcó a las calles para intercambiar libros. “Hicieron un esfuerzo por trasladarlos. Se discutía en las colas: ‘Pero cómo se te ocurre que vamos a cambiar un libro por ese tuyo tan destartalado’. Y el humillado daba media vuelta, se iba a su casa y buscaba uno mejorcito para hacer ese tránsito que fue el canje de libros usados. Creíamos que tomaría un año, pero tomó varios años, lo cual es un signo de la lentitud del Estado para responder la demanda de la gente”.

De modo que aprendieron haciendo, explica Betancourt, y las razones y métodos, con el paso del tiempo, fueron sofisticándose. “Cuando hablé con el representante de la Corporación Venezolana de Guayana, él me consultó cómo se podía lograr una mejor formación entre los ciudadanos del estado Bolívar para que acompañaran aquel proceso industrial vertiginoso y de gran sofisticación. Había un vacío muy grande entre unos y otros del que ellos no se habían percatado. Hasta que recibieron un informe de MIT and Harvard en el que les dijeron que ese proyecto no tenía futuro con los analfabetas de la región”.

Les ofrecieron varias alternativas y ellos prefirieron la formación de los grupos escolares de San Félix y Puerto Ordaz, así que se construyeron los locales y se comenzó a dotar el servicio. En Caracas ya se había construido una biblioteca modelo, la Mariano Picón Salas en el Parque Arístides Rojas, que fue tan importante que cuando vino al país Pierre Trudeau, entonces primer ministro de Canadá —a propósito de un premio otorgado por la Embajada de Canadá—, pidieron permiso para llevar a su esposa y que viera una biblioteca abierta a la belleza de la naturaleza.

Betancourt dice sentirse escindida a los 89 años, entre la felicidad con su esposo y la preocupación por el país | Yako

“Era tan importante que estudiantes de la Escuela de Arquitectura la visitaban a pesar de que la mayoría de la población no tiene idea de esa biblioteca. Eso significa que nosotros tuvimos una gran falla al no divulgar porque no queríamos ‘pantallar’, pero la gente misma daba las respuestas al asistir a los talleres de Mercedes Pardo de pintura o ver las películas que conseguíamos”.

Se dieron cuenta de que estaban atendiendo a un grupo privilegiado y surgió el Bibliobús, en 1970, que fue atendido por estudiantes universitarios que en lugar de hacer la guerrilla con las armas “hicieron guerrilla urbana cívica”. En 1972 se creó el Núcleo de Servicios Bibliotecarios Escolares de Ciudad Guayana, que coordinó 14 bibliotecas centrales, 13 bibliotecas de aula y que incluía dos Bibliobuses. Querían ver también qué pasaba con los obreros de los que hablaba el MIT, que eran analfabetas.

“Lo que pasó fue que a los obreros no les interesó, pero a los profesores sí. El día de la inauguración, el doctor (Óscar) Palacios Herrera, director del INCE, tomó un libro de la estantería abierta. Resulta que era el diario del Che. Me dijo: ‘Virginia, ¿estos son los libros que ustedes producen?’. ¡Pero esos son libros para no ir a la guerrilla”, dice entre risas Betancourt.

La figura protagonista en la casa de Betancourt es el expresidente Rómulo Betancourt | Yako

—¿En qué punto diría que Venezuela se convierte en un país con un sistema de bibliotecas sólido?

—A partir del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, cuando tuvo por primera vez un local digno y una colección lo más actualizada posible sobre Venezuela, sobre todo de prensa. Carlos Andrés me había pedido que recuperara la Biblioteca porque le habían dicho que se iba a quemar por un problema eléctrico —yo accedí por un tiempo y luego iba a volver al Banco del Libro—. Le pregunté al doctor (Ramón J.) Velásquez qué era lo que tenía la Biblioteca que la hacía tan importante: me respondió que la colección de la prensa del interior de Venezuela. Una de las primeras donaciones vino de Los Andes. Ese papel con el que hacían los periódicos era muy elemental. De ahí la importancia que en lo sucesivo se le dio al registro de la prensa del interior. Por eso, tan pronto estuvo listo el edificio, la Hemeroteca fue lo primero que se inauguró. Y es lo que genera más investigadores.

—Y sigue siendo bastante visitada hoy día.

—Aparentemente. No he sabido de lo que pasa. Mi única intervención fue una llamada telefónica al director para alertarlo sobre los altísimos riesgos de no tener aire acondicionado central, en este caso por la magnífica colección de fotografías de fines del siglo XIX, cuando la ciudad se acercó al mar y al río y fue registrada por fotógrafos.

—¿Eso fue en qué año?

—No te sé decir exactamente, pero fue después de la llegada de este gobierno. Relativamente hace poco. Ese ha sido mi único contacto, así que no me preguntes sobre qué ha pasado. Creo que lo que le ha pasado a otros. No tengo razones por las cuales pensar que fue excluida de la lista negra.

En principio, cuando Betancourt y su equipo decidieron revisar los libros por los que la gente hacía tanta cola, se dieron cuenta de que eran ediciones con diversos problemas: muchas no eran hechas en Venezuela, la mayoría no tenía la autorización exigida por el Ministerio de Educación y el contenido no estaba vinculado a la realidad para niños de primaria. “Hablamos de libros de textos de primaria que no estaban adaptados a las circunstancias en las que vivía el niño. Entonces hicimos un seminario de libros de texto de primaria junto con una olvidada unidad del Ministerio de Educación que estaba en Aragua, un centro de educación rural: El Mácaro, como se identifica por el lugar”.

“Hay gente sufriendo de necesidades básicas, no solo de carencias políticas. Es difícil aislarse y no me quiero aislar” | Yako

Ahí había un profesor e investigador, cuenta, que fue contratado por la institución para trabajar en el seminario. Junto con él descubrieron que el problema de los libros era su desconexión con la realidad del niño, “y el niño es muy realista”.

La Ley de Biblioteca Nacional, que tuvo a Betancourt como una de sus promotoras, contó con el apoyo de todos los partidos, y más tarde, se creó el Instituto Autónomo Biblioteca Nacional también con respaldo de todos los partidos políticos. “Se cambió su ampliación y eso se debe a haber compartido un sistema automatizado de la Universidad de Northwestern para catalogar y clasificar los libros. Este es el primer país de América Latina que tiene un sistema nacional de bibliotecas que incluye ciencia y tecnología”.

“Por eso, por algún lado está, recibí una condecoración del gobierno francés. ¿Qué tiene que ver? Tiene que ver con que la información también es científica. Hay la creencia de que la Biblioteca Nacional está integrada por libros de literatura e historia, pero se supone que sea exhaustiva, que incluya hasta pornografía”.

—Percibo que en Venezuela no se difunde tanto la importancia de la red de bibliotecas que tenemos.

Porque ya no está funcionando.

Betancourt

En casa, Betancourt también tiene un archivo valiosísimo de la obra política de su padre | Yako

—Con toda la tecnología que tenemos hoy, ¿cómo debería funcionar una red de bibliotecas?

Como funcionaba en ese entonces: descentralizada de sus funciones de acuerdo con el ente al que están adscritas. La primera medida que nosotros tomamos fue la de elevar la información del propio gobierno. Todos los cargos de biblioteca fueron a niveles más altos en esos organigramas de los gobiernos en los distintos ministerios. Empezamos por el propio Congreso, que eventualmente convirtió a la Biblioteca Nacional en su biblioteca porque, por razones de espacio, el edificio del Congreso no permitía tener también una biblioteca. Eso es algo muy sofisticado. En términos de nivel de desarrollo institucional, creo que eso no se podría hacer en el resto de América Latina. Porque las tensiones entre el Ejecutivo y el Legislativo, que son de su naturaleza propia, lo impiden. Pero eso te indica el nivel de confianza que llegaron a tener los gobiernos, y sobre todo los partidos políticos, con la Biblioteca como ente neutro de doctrina ideológica y destinada al servicio público a distintos niveles y en distintas expresiones.

¿Diría que para tener buenas bibliotecas la democracia es esencial?

—Claro. Es indispensable. Se puede tener en ciencia y tecnología, sí es verdad, eso lo hacía la Unión Soviética, pero las otras áreas del conocimiento y la expresión humana no son compatibles con los países donde no hay democracia.

Creo que el pensum de la Escuela de Bibliotecología —después cambió— estaba casi exclusivamente compuesto de tecnología. El área donde se estudia literatura es donde se promueve más la lectura. El énfasis de la Escuela de Bibliotecología era cómo organizar los libros, mientras que el placer y la necesidad de leer ficción no están generalizados en el gremio. Ese fue uno de los problemas que encontramos y que después se reflejó cuando trabajamos en el último período de la democracia, Caldera II, muy integrados con el Ministerio de Educación. Notamos que las personas que provenían del área de literatura en su profesión eran las que mejor promovían la lectura. Falta un mayor énfasis en especialistas en promoción de la lectura que surjan de las facultades de literatura.

Betancourt

La Ley de Biblioteca Nacional, que tuvo a Betancourt como una de sus promotoras, contó con el apoyo de todos los partidos en tiempos de democracia | Yako

—En los últimos años, hablando de democracia, ha habido un interés por reivindicar figuras como Raúl Leoni o Rómulo Betancourt. Hay interés entre los jóvenes. ¿Quisiera comentar algo al respecto?

Creo que tienen razón. Pero también volvemos a la enseñanza de la historia. Ha habido por muchos años la tendencia hacia una historia cronológica y no interpretativa de grandes procesos. Creo que esa necesidad de información e interpretación está pendiente como función de la universidad. Cada vez más, en lugar de una historiografía de escaloncitos, la historiografía moderna analiza procesos donde hay factores. Tenemos que actualizarnos en muchas áreas y dejar de ver la historiografía como una escalerita.

—¿Se atrevería a decir cómo avizora el futuro del país?

—Creo que volvemos a la democracia, no sé cuándo. El venezolano es democrático. Como ves en esta casa, nuestros vínculos son principalmente con la gente de a pie, y la gente de a pie es democrática. Sienten que tienen unos derechos. A veces demasiados derechos, a veces pocos, pero hay lugares en los que ni siquiera se plantean esos temas. La historia de Venezuela es la historia de grandes procesos y nos apoya en ese sentido. Porque ahora hasta los grupos de poder económico, que no siempre tuvieron una visión más allá de sus propios intereses, están comprometidos con ese proceso. El área de ciencia y tecnología, que a veces se siente parcializada viendo los acontecimientos desde sus perspectivas, también. Porque, bueno, no hay insumos para la investigación. No hay reconocimiento para su trabajo. Se suman una serie de factores resultantes de experiencias vividas por la sociedad que apuntan a que volveremos a tener democracia, espero que esta vez la defendamos.

Betancourt

Betancourt considera que las redes de bibliotecas deberían trabajar de manera descentralizada | Yako

—¿Cómo percibe la cultura lectora del venezolano? ¿Cree que tiene un buen futuro?

—El futuro de la lectura por placer no todo el tiempo…

Betancourt se detiene un momento, toma la novela de Francisco Suniaga y la hojea sonriente.

—¿Le está gustando?

Me está trasnochando (ríe). No puedo vaticinar en un mundo muy cambiante. Creo que la lectura no operacional, no útil para la vida del trabajo, el negocio, continuará, pero la lectura de ficción y de poesía creo que cada vez está destinada a grupos menores, me parece.

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